Reseña de 'Pequeña historia de Treblinka' de Arcadio Rodríguez

Cerrando la trilogía que el autor dedica a hechos pocos conocidos ocurridos durante la II Guerra Mundial, tras 'Las cenizas de Oradour' y 'Las ruinas de Leningrado', llegamos a 'Pequeña historia de Treblinka'

Eva es una mujer polaca, de religión judía, que a sus 89 años de edad recuerda lo pasado durante la ocupación nazi. Su familia vivía en Varsovia y ella tenía un hermano gemelo, Abraham, y a la edad de 7 años viven en propias carnes como la guerra convierte su vida en infierno.

Narrada siempre en primera persona, esta pequeña historia de Treblinka comienza siendo una pequeña historia de Varsovia. Samuel Klimowski, el padre, intenta mantener viva a su familia. Primero se trasladan a un sótano, que antiguamente fue una carpintería. Más tarde a un piso vacío, y las pocas cosas de valor que guarda para cambiar por comida en el mercado negro se van acabando.

El silencio, la suciedad, el miedo, son constantes de una vida que Eva recuerda con dolor. Los juegos junto a Abraham para dar de comer a un ratón, las conversaciones con Marek Czerniaków, un amigo polaco que no es judío y les ayuda en lo que puede o los rumores que llegan de las pocas salidas que hacen por separado son la única realidad que conocemos de lo que se está viviendo ahí fuera.

La construcción del gueto de Varsovia, donde recluyen a todos los judíos, las noticias sobre los trenes que salen desde la capital polaca con el único cargamento de judíos, la maldad con la que las SS tratan a todo el mundo, son el día a día con el que la familia sobrevive hasta su llegada a Treblinka, donde la muerte copa el protagonismo y Eva y Abraham se quedan solos con la única ayuda de Robert, otro polaco judío que ejerce de guardián del campo con la secreta intención de fugarse algún día.

La reclusión, la soledad y el dolor se vuelven a apoderar de los gemelos que, por causa de las investigaciones que Mengele hacía en Auschwitz salvaron su vida a la espera de trasladarlos a dicho campo de exterminio. Su relación con Robert, las pocas escapadas a la dolorosa realidad que viven y el final de su historia, ahora sí como una pequeña historia de Treblinka, nos acercan un hecho poco conocido de la contienda bélica como es la rebelión de los prisioneros en diversos puntos del dominio nazi durante 1943 y 1944.

La continuidad de la narración, la solidez de la prosa y el interés que despierta el relato de Eva, más allá del conocimiento de un acontecimiento poco publicitado, dan a este último tramo de la trilogía un punto a favor.

Apenas 220 páginas en las que Arcadio Rodríguez demuestra que sigue avanzando en su oficio de narrador, en la destreza que consigue para convertir pequeñas historias en grandes novelas que te ponen los pelos de punta.

Eduardo Garrido.

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