Reseña de ¡Harpo habla! de Harpo Marx

Arthur Adolph Marx nació el 23 de noviembre de 1888 (1893 según él mismo en el libro) en la ciudad de Nueva York, aunque el Harpo que todos conocemos no tomó pleno poder hasta que la familia se adentró en el mundo del espectáculo y él fue moldeando su personaje para crear al mudo de peluca pelirroja, impermeable de bolsillos inacabables y hambre voraz. Eso sí, el nombre parece ser que se lo puso Art Fisher en una partida de póker en 1915, al igual que a Groucho, Chico y Gummo, y como no podía ser de otra forma, también Herbert terminó convirtiéndose en Zeppo.

La autobiografía que hoy rescatamos es la reedición que la editorial Seix Barral reeditó del original publicado en 1962, prologado por Elvira Lindo, donde Harpo habla, y de qué manera. Se hizo mundialmente famoso por su participación junto a sus hermanos en hasta 13 entregas, donde su personaje atraía las carcajadas del público con su ingenio, sus muecas, su buen corazón y sus interminables gags visuales. Aquí Adolph habla sin parar, más de 600 páginas contándonos su vida, más allá de sus películas, mucho más allá, de hecho no se habla prácticamente nada de ellas.

Narrado en primera persona y empezando por el principio, Harpo nos va contando toda su vida, desde sus inicios en aquel atestado pisito de Nueva York, con su padre haciendo comida para todo el que se pasaba por allí, y cosiendo trajes a medida para sacar adelante a la familia (aunque esto es un decir porque es sabido el poco arte de Sam en el manejo del metro y la aguja), y su madre empeñada en hacer de sus hijos alguien en el mundo del arte y el espectáculo. Se empeñaba en darles clase de piano, interpretación, música, los apuntaba a cualquier cosa que pudiera derivar hacia ello, aunque Chico, el mayor, ya prefería las chicas y las apuestas, Groucho, el segundo, las chicas, las apuestas y los libros, y Harpo nos lo va contando con un sentido del humor que hace que no nos podamos quitar la sonrisa de la boca durante toda la narración.

Frenchie (el padre) cocinaba y destrozaba trajes, Minnie (la madre) se empeñaba en poder llevarlos sobre un escenario, Chico se gastaba todo lo ganado en el billar o las cartas, Groucho leía todo lo que podía, y Harpo cambiaba de trabajo tanto que casi ni le conocían los dueños que le contrataban. Así fueron creciendo, y así van pasando las páginas, repletas de situaciones cómicas. Harpo dejó los estudios con apenas 8 años y así nos lo cuenta:

 “…mi escolaridad formal terminó a la mitad de mi segundo fracaso en el segundo curso, momento en el que dejé la escuela del modo más directo posible. Me tiraron por la ventana”.

La familia se trasladó a Chicago, donde Minnie siguió empeñada en convertirlos en artistas. Harpo ya se había enamorado del arpa y se lanzaron a hacer el circuito que su madre estaba convencida que les llevaría al estrellato. Las andanzas son descacharrantes y la forma en que nos las cuenta más todavía, hasta que consiguen debutar en Broadway en 1924, se hace amigo de Alexander Woolcott y entra a formar parte de la Mesa Redonda del Hotel Algonquin, con la flor y nata del Manhattan de los años 20. Acabaron traspasando fronteras con su triunfo en Hollywood en 1929, alternando sus espectáculos con las películas que iban filmando, hasta que Zeppo se retiró siguió rodando con Groucho y Chico el resto de su vida.

El propio Harpo ya nos deja claro uno de sus amores, el arpa, que aprendió a tocar de oído, sin saber ni una nota de música, ni leer una partitura, aunque deja claro en una de sus frases quién es Harpo y quién es él:

“Cuando persigue a una chica por toda la pantalla es él. Cuando se sienta a tocar el arpa, soy yo”.

Pero con mucha diferencia, lo mejor es todo lo que no conocemos, lo alejado de la vida pública de Harpo, la vida real de Arthur Adolph Marx contada con el cachondeo del Harpo hablador. Las trastadas en sus primeros trabajos en Nueva York, las andanzas junto a Oscar Levant en su mansión de California, sus locuras para jugar al cróquet, su estrambótico viaje a Rusia, las extravagancias endiabladas en la isla de Neshobe, la bondad infantil que desprende la persona, hasta que encuentra con más de 40 años a Susan Fleming, con la que acabará casándose en los años 30 y adoptando a 4 niños, Billy, Alex (en honor de su amigo Alexander Woolcott), Jimmie y Minnie (como su madre).

Esos últimos años se alternan, con el shock que supone ese cambio en su vida, cambios de hábitos, de viviendas, de amigos y de salud, pues sufre varios ataques al corazón, pero siempre con ese halo positivista y socarrón que el Harpo que habla rebosa. Harpo murió un par de años después, pero nos dejó este fantástico documento para descubrir y saber qué había detrás de ese mimo, de ese mito disfrazado que tantas risas y lágrimas de alegría nos ha sacado a bocinazos.

Eduardo Garrido.

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