Carta de una desconocida [Libro Vs Película]
Nueva reseña de Edu Garrido que nos sumerge en esta ocasión dentro del amor apasionado y obsesivo que magistralmente retrata Stefan Zweig en su novela y posterior adaptación cinematográfica con Joan Fontaine y Louis Jourdan como protagonistas.
Carta de una desconocida - Stefan Zweig
[Libro]
Novela
corta del escritor austríaco que va directo al grano. Con su prosa estilosa y
preciosista, nos cuenta la historia de un amor no correspondido, de unos
sentimientos tan intensos que te manchas los dedos de negro sobando las
palabras que llenan las páginas de esta joya romántica.
Publicada
en 1927, mientras vivía en Salzburgo, casado y desesperanzado con la sociedad
europea tras la IGM, Zweig nos emplaza a dar cucharadas a una sopa de amor
desconocido, de dramatismo romántico puro, decorado con la elegancia propia del
novelista austríaco.
Una
joven vienesa se enamora de un vecino escritor de una manera obsesiva y
enconadamente juvenil, relatando en forma de misiva, la tristeza y melancolía
con la que la protagonista va narrando los avatares que debe sufrir para seguir
adelante. El estilo literario, tan brillante, sencillo y natural que hace que
no leas, sino que susurres las palabras que Lisa escribió en esa carta de
despedida para contar a Stefan el amor desmedido que había sentido por él.
"Sólo quiero hablar contigo, decírtelo todo
por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya
aunque nunca lo supiste.”
Así
comienza una historia que te hará devorar las 70 páginas que Zweig necesita
para contarnos una de esas historias de amor que, pese a la emoción, angustia y
desconsuelo que transmite, pasarán a formar parte de tu estantería mental de
clásicos fundamentales. Su pureza, su fuerza, su franqueza, su garra y, sobre
todo, ese estilo tan personal y talentoso del que el autor hace gala, consigue
que tus manos sean incapaces de soltarlo e ir pasando página a página hasta
que, casi sin darte cuenta, tus ojos ven la solapa trasera, húmedos,
impregnados de la humedad de esa Viena imperial de principios de siglo XX.
El
amor de Lisa Berndle por Stefan Brand es apasionado, obsesivo, pero también
delicado y profundo y, Stefan Zweig sabe transmitir esa gran cantidad de
sensaciones que la protagonista ha sentido y sufrido en su vida.
Stefan
Zweig era un intelectual entregado a sus creencias, lo que le hizo mudarse en
varias ocasiones por desavenencias con los políticos que van inundando de odio
el panorama europeo de esos años; a viajar mucho (gracias a la sólida economía
familiar) para conocer en primera persona lo que le interesaba; a rechazar de
plano el auge del nazismo; incluso a suicidarse junto a su esposa ante pérdida
de fe en el ser humano. Un doctor en filosofía, de familia judía, que terminó
ejerciendo de escritor en todas sus
vertientes (ensayo, poesía, teatro, novela, biografía, traducción…) que,
al igual que nuestra protagonista, no pudo sobrevivir a la pérdida de valores e
ideales de la sociedad (Lisa no sobrevivió al desamor y a la enfermedad), pero
nos regaló un enorme puñado de joyas literarias entre las que destaca esta
maravillosa gema desangelada de corazones destrozados y nubes sentimentales,
contadas con tal claridad y naturalidad que se ha convertido en un clásico por
méritos propios.
Carta de una desconocida - Max Ophuls
[Película]
Stefan
Brand (Louis Jourdan), llega borracho a casa, de noche, lloviendo, en la Viena
del cambio de siglo XIX al XX, y su embriaguez, una vez más, le busca
problemas, esta vez en forma de duelo al amanecer, aunque no pretende acudir
“porque el honor es un lujo que sólo los caballeros pueden tener”.
El
mayordomo le entrega el correo y una de las cartas le llama la atención. Ahí
comienza una voz en off femenina, mientras la cámara de Ophuls se acerca poco a
poco a Brand, que se enciende un cigarro mientras se zambulle en la lectura de
aquella misiva, y el humo sirve de enlace para un flashback donde comienza la
acción.
Ya
en estos primeros minutos vemos la mano del maestro Ophuls, con esos planos
largos, elegantes, donde la luz acaricia la piel de Joan Fontaine, Louis
Jourdan jamás estuvo más convincente, Viena te enamora pese a que sabes que son
decorados, y el ritmo te va enamorando tan dramáticamente como la historia que
nos narra.
Lisa
es muy joven y Stefan se traslada a vivir a su finca. Ella le escucha tocar el
piano, se cruzan, se apunta a clases de música y se interesa en aprender todo
lo posible en la biblioteca, enamorándose perdidamente de él. Stefan es
concertista de piano, un playboy vividor, mujeriego y muy prometedor en su
carrera profesional, pero no se fija en ella, esa joven vecina que se ha
enamorado perdidamente de él.
La
madre de Lisa es viuda y termina casándose de nuevo, lo que conlleva el
traslado de la familia a otra ciudad, dejando desconsolada a Lisa. En ese
pueblo, su padrastro es una personalidad conocida, y Lisa se hace mayor,
recibiendo propuestas de matrimonio, hasta que decide volver a Viena y seguir
con su ilusión. Joan Fontaine está maravillosa en esa transformación, pasando
de una adolescente juvenil y enamoradiza, a una mujer preciosa que encuentra un
trabajo, saliendo a buscar el portal y la ventana de Stefan que sigue viviendo
a su estilo.
Una
de esas tardes, Stefan se para a saludarle y se conocen, cenan juntos, pasean
en un coche de caballos, van al parque, a bailar, acabando en su casa. Al día
siguiente la busca en su trabajo para decirle que se va a Milán a trabajar,
pero esas 2 semanas de separación se convirtieron en toda la vida.
Lisa
está embarazada y termina casándose con otro por sacar adelante a su hijo. 10
años después, en la ópera, con Lisa preciosamente vestida y enjoyada, lo vuelve
a ver, aunque ya no es la promesa musical que apuntaba. Lisa escapa del palco y
Stefan la sigue porque la conoce de algo, pero no recuerda… Ella sí, lo
recuerda todo, y su actual marido también y tratará de evitar lo inevitable.
El
dramatismo que desprende la relación pasada en los rostros de los
protagonistas, con el mejor Jourdan de su carrera y un trato magnífico de los
primeros planos por parte de Max Ophuls. Ahora es Lisa la que acude a casa de
Brand a contárselo todo, pero él sigue sin acordarse y huye. El hijo murió de
tifus y ella parece que también contrajo la enfermedad, por eso le escribe,
porque muere y por eso la está leyendo ahora. Al amanecer llegan los padrinos y
debe batirse, porque la vida pasada en esas líneas de pasión y drama han
terminado con él y ya todo da igual. Los coches marchan en el albor del día y
el “FIN” despide esta maravilla.
La
fuerza de la tragedia romántica traspasa la pantalla y Viena, siempre aparece
envuelta en brumas, salvo al inicio, cuando Lisa es niña y cuando se traslada
al pueblo con su madre y su padrastro. El resto es de noche, está neblinosa,
gris, oscura y quebrada, como el alma de Joan Fontaine, que muere en vida por
ese amor desmedido y no correspondido. Viena es oscura y escondida por “El
tercer hombre”, y triste y romántica por “Carta de una desconocida”.
EDU GARRIDO
Por dios, avisad cuando hay spoilers, plis... entiendo que a alguna gente no le importa, pero a otros nos duele en el alma... :'(
ResponderEliminarEntiendo tu queja pero no la comparto Grilo. Se podría avisar de spoilers en una pelicula que acaba de salir en cartelera, o un libro que acaba de ser publicado, incluso si son de hace varios años. Pero este libro en concreto es de 1922 y la pelicula de hace más de 50 años... creo que todo lo que se ha tenido que decir sobre ellos se ha dicho ya en todos estos años.
ResponderEliminarCuando leí «1984», recuerdo que me impresionó muchísimo la última frase del libro. Toda la novela está muy bien en muchos aspectos, me gustó por todos ellos, pero el impacto que me produjo esa última frase fue bestial. Por suerte, no había leído el prólogo de mi edición, y digo por suerte porque sin ningún pudor me reventaba el final con esa misma frase. Si supiera cómo acababa, me habría gustado lo mismo, pero durante el tiempo de lectura el interés habría sido menor y ese impacto no se habría producido en absoluto.
ResponderEliminarIndependientemente de la antigüedad de una obra, siempre hay una primera vez que cae en nuestras manos, una primera vez que conocemos su título y nos enteramos de su existencia. Cuando leo un libro (y espero no ser el único), me da un poco igual que sea nuevo de ahora o que tenga doscientos años, más allá de lo de ajustar temporalmente mi mentalidad a la de la época, y lo abordo con el mismo interés. Si un libro tiene un final sorprendente, o un giro de acontecimientos inesperado, o cualquier otro recurso de este tipo, es el mismo final y el mismo giro hoy que hace dos siglos que dentro de otros dos. Si sé lo que va a suceder, puedo disfrutar igualmente el estilo del autor, la ambientación, etcétera... pero el elemento de la intriga argumental se pierde. No creo que sea un elemento menos importante que los demás, ¿por qué sacrificarlo?
Y aunque a pesar de todo sigas sin estar de acuerdo... concordaremos, quizá, en que nada cuesta poner un «advertencia: se revelan detalles importantes de la trama» o el más moderno y corto «cuidado, spoilers». :)