Psicosis [Libro Vs Película]
Puede que no haga falta presentar Psicosis,
pero estoy seguro que el 95% está pensando en Alfred Hitchcock y su magnífica
película, en Anthony Perkins y la famosisíma escena de la ducha, pero toda esa
genialidad en imágenes viene de una novela.
PSICOSIS – Robert Bloch [Libro]
La novela comienza con Norman Bates
discutiendo con su madre en la casa, presentando la situación de su vida.
Norman es un hombre tímido y abstraído que vive con su madre regentando un
pequeño motel de carretera que se ha quedado alejado del paso de los coches al
construir una nueva autopista alejada de ellos. Su madre es autoritaria y muy
crítica con él, y Norman sobrevive alejado de la gente, enfrascado en la
tranquilidad de sus lecturas. Es un hombre de mediana edad, bastante fondón,
con calvicie incipiente, con gafas, poca empatía y mucho recelo con el resto de
seres humanos.

Norman está en casa porque ya es de noche,
está lloviendo y no espera que nadie pase por allí pidiendo alojamiento, pero
Mary lo hace. Y Norman nos enseña alguno de sus secretos. Mary accede a comer
algo en su casa y le da conversación, quizás tocando algunos puntos demasiado
sensibles. La acción ya está centrada y da un giro total a la trama de la
novela porque el robo se convierte en asesinato, y el road book en un thriller
psicológico de primer nivel.
Los diálogos entre Norman y Mary se combinan
con los que el mismo protagonista intercambia con su madre. Los primeros
cordiales y amigables, y los segundos inquisitoriales y represivos, jugando con
el desconocimiento del lector.
Lila, la hermana de Mary llega al pueblo de
Oklahoma donde vive Sam Loomis, el novio de su único pariente, en su busca,
pero Sam no sabe nada de ella, y aquí comienza la tercera rama del árbol, la
investigadora. Sam y Lila están preocupados porque no saben nada de ella, pero
aparece Arbogast, un investigador de la Compañía Lowery, con la noticia del
robo.
Las incertidumbres se superponen y Norman
sigue discutiendo con su madre la forma de arreglar las cosas, porque ahora es
Arbogast el que aparece en el Motel investigando. El auge de la intriga crece
sin parar mezclada con los planes tramados por Norman y su madre, pero el
Sheriff Chambers descubre ciertas cartas desconocidas hasta el momento.La facilidad con que el autor nos va
planteando el juego de géneros sin bloquear la acción es genialmente plasmada
en los diálogos y consigue que la acción vaya cogiendo velocidad de crucero sin
parar.
El reciente caso del asesino múltiple Ed
Gein, declarado enfermo mental, que perturbó a todo el país, sirvió de
inspiración a Bloch para crear el personaje de Norman Bates. Gein era de
Wisconsin, el estado contiguo a Illinois, del que era natural Robert Bloch, y
el caso de Ed Gein copó todas las portadas de la prensa y televisión
nacionales, causando un impacto tremendo en la sociedad norteamericana. La
relación que mantenía con su madre guarda unos paralelismos muy similares a la
descrita por el escritor sobre la familia Bates, lo truculento de lo
descubierto en la casa de Ed Gein, las acusaciones formuladas (asesinato,
canibalismo, necrofilia…) y el internamiento de Gein en una institución mental
hasta su muerte en 1984 confirman las equivalencias irrenunciables entre ambos
casos.
PSICOSIS – Alfred Hitchcock [Película]
La adaptación cinematográfica llega por la
insistencia de Alfred Hitchcock. Pidió a Paramount Pictures, con la que le
quedaba una película de contrato, información sobre la novela y, al ver que no
respondía, se la leyó en un rápido viaje a Inglaterra y encargó hacerse con sus
derechos rápidamente. El guión terminó en manos de Josef Stefano y, junto al
propio Hitch, se unió a la nómina de maestros como Saul Bass, John L. Russell o
Bernard Herrmann, que terminaron por convertir esta pequeña película de poco
presupuesto en una obra maestra que, con los años, se ha convertido en el icono
que hoy todos conocemos.

Dejando clara la situación de los
protagonistas, Marion vuelve al trabajo, donde un rico empresario eleva su
sufrimiento y envidia hasta el punto de ver una luz, aunque ilegal, al final
del túnel. Rodada en un exquisito B/N, pasamos de los primeros planos de Janet
Leigh a un lento acercamiento de la cámara al sobre que contiene los 40.000$
que pasan a ser la zanahoria de Hitchcock nos pone delante para que avancemos
mirando solo hacia un lugar, sin prestar atención a todo lo que pasa alrededor.
Marion, en lugar de ingresar el dinero en el
banco, hace las maletas y abandona la ciudad para ir en busca de su amado,
convirtiendo la cinta en una huida sin freno. La cámara fija sobre el rostro de
Janet Leigh conduciendo sin parar, los focos de los coches que la deslumbran,
el primer plano del policía de tráfico que la despierta e interroga en la carretera
y la desquiciante banda sonora de Herrmann, convierten a la película, hasta ese
momento, en una escapada en busca del amor.
Alfred Hitchcock acentúa la tensión con
toques de maestría geniales. Sigue mostrándonos el fajo de billetes para que
mantengamos la atención puesta en el dinero; vuelve a enseñarnos al policía
frente al concesionario de coches usados cuando Marion va para cambiar su
coche; los nervios reflejados en el rostro de Marion ante cada pregunta del
vendedor; el olvido de las maletas en su anterior coche. Pequeñas muestras para
explicitar la urgencia, la necesidad, la prisa y el nerviosismo que, unidos a
la voz en off, la llegada de la noche, el cansancio, la torrencial lluvia y su
imaginación le llevan hasta el Motel Bates. Y allí, 30 minutos después de
empezar, aparece por 1ª vez Norman Bates, un joven amable, delgado, aplicado en
su trabajo, que la invita a cenar con él para que no tenga que salir y mojarse.
Y aquí oímos por 1ª vez a Norma Bates discutiendo con su hijo por invitar a esa
desconocida a cenar, por lo que termina llevando unos bocadillos a la recepción
del Motel. Y es la conversación que mantienen lo que parece desencadenar el
futuro. Marion parece convencida de volver a Phoenix y devolver el dinero, pero
Norman no parece aceptar de buen grado las críticas recibidas de la relación
que mantiene con su madre.
La luminosidad de la fotografía de John L.
Russell (nominado al Oscar), jugando con las sombras y los claroscuros, da el
contrapunto perfecto a las propias tinieblas que ocultan los protagonistas. Llegamos
a la mitad de la filmación y la cámara entra por primera vez en la casa Bates,
mientras Marion se prepara una ducha y Hitchcock vuelve a distraernos
mostrándonos cómo decide dónde esconder el dinero. Y llega una de las escenas
más famosas de la historia del cine, donde un thriller romántico se convierte
en una obra de terror que pasará a la historia. Los hirientes agudos de la
música se compaginan con las cuchilladas de la Sra. Bates, y con cada batida de
su mano, Hitchcock cambia de plano, acentuando el terror, y la intriga por el
robo del dinero se va por el sumidero de la ducha y se transforma en suspense
criminal.
Todavía quedan 55 minutos y la protagonista
ha muerto, algo insólito en la historia del cine, pero Hitchcock sigue dando
lecciones con el lenguaje cinematográfico, y los planos que dedicaba a Janet
Leigh pasan a ser para Anthony Perkins que asume el liderazgo absoluto. La
adaptación de Joseph Stefano ha partido la novela en 2, dando el protagonismo
absoluto de la primera mitad a Marion Crane, y de la segunda mitad a Norman
Bates. También cambia algunas cosas más para adaptarlas al lenguaje
cinematográfico, como la forma en que Norma asesina a Marion, la importancia
que asume la casa familiar en lo alto de las escaleras que hay junto al Motel,
vigilando todo lo que pasa en él, etc…
Y en este último tercio llega Lila Crane
(Vera Miles) buscando a su hermana en la ferretería de Sam. Pero también llega
Milton Arbogast (Martin Balsam), un detective privado contratado por la
Compañía Lowery, informando del robo y desaparición de la mujer.
Arbogast investiga y termina por llegar al
Motel Bates, removiendo demasiado la memoria de Norman que, cuando Arbogast se
va para avisar por teléfono a Sam y Lila de lo que ha descubierto, muestra la
mitad de su rostro en la sombra, oculto a la luz de la recepción. Arbogast
vuelve para seguir su instinto, pero la oscuridad ya es completa y el Motel se
esconde en las sombras, vacío de luz y de vida. Sube a la casa, donde la Sra.
Bates le espera para volver a orquestar los estridentes y chirriantes mandobles
de su cuchillo para erizarnos la piel de nuevo. La ciénaga sigue tragándose los
problemas de Norman mientras Sam y Lila, toman el mando, rodeados de sombras.
Acuden al sheriff Chambers (John McIntire) y, tanto tiempo después, nos da una
de las claves para entender lo que ocurre.
Las tomas frontales de Vera Miles acercándose
a la casa (similares a las anteriores de Martin Balsam), buscando a la Sra.
Bates por las habitaciones, investigando, son angustiosas, hasta que en el
sótano vuelve a sonar la estridente música de Herrmann, una luz se balancea
deslumbrando la cámara y apagando el grito de Lila Crane, mientras una peluca y
un vestido desvisten el horror.
La explicación final y ese magistral último
plano del rostro de Anthony Perkins mirando a la cámara, con media sonrisa y
una intensa mirada, mientras una voz en off nos aclara todo lo que ha pasado en
su mente todos esos años, cerrado con un inserto de microsegundos de la cara de
Norman con la calavera de Norma, ponen fin a otra obra maestra del genio de
Alfred Hitchcock que marcará el camino a seguir por el cine de terror en el
futuro.
Anthony Perkins nunca llegó a superar el
éxito de su interpretación en Psicosis y, a la vez que le hizo pasar a la
historia del cine, jamás llegó a sobrepasar la sombra de Norman Bates. Y Janet
Leigh nunca más volvió a ducharse tras esto, y la bañera se convirtió en su
reposo higiénico diario.
Eduardo Garrido
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