'El disputado voto del Sr Cayo' [Libro Vs Película]
El disputado voto del Sr Cayo
[Libro]
14ª novela de Miguel Delibes que,
publicada en 1978, da una visión bastante crítica de las primeras elecciones
vividas en España tras la dictadura franquista. Ambientada en el norte del
país, concretamente en los páramos serranos del alto Ebro, en la provincia de
Burgos, 3 afiliados del PSOE son los encargados de hacer una visita antes de
las votaciones a unos pueblos olvidados por todos para intentar sacar algún
voto perdido que les dé un escaño más.
Esa primera parte de la obra se
centra en las relaciones entre los afiliados al partido en la oficina regional
donde, nerviosos y estresados, intentan sacar todas las horas posibles para
culminar con éxito un momento histórico tras 40 años de dictadura.
La acción se centra en Víctor, un
profesor universitario cuarentón, Laly una matemática feminista, y Rafa un
joven afiliado, que emprenderán ese viaje por las entrañas de la provincia
burgalesa para captar los últimos votos y dar un último mitin en el último
pueblo a visitar. Las relaciones entre ellos, metidos en el coche que les lleva
de camino a su objetivo, entre chascarrillos, discusiones y alguna charla que
nos descubre cómo es cada uno de ellos. Un primer tercio del libro donde ya
destaca la dualidad entre los diálogos, muy propios de la época, en los que
Delibes refleja perfectamente la España de finales de la década de los 70, y
los pasajes más descriptivos, donde la prosa del autor sublima la expresividad
de las palabras.
Al llegar al pueblo,
prácticamente deshabitado, encuentran a Cayo, un labriego de más de 80 años que
vive alejado de la realidad social del país. Junto a su mujer sordomuda y a un
vecino con el que mantiene una disputa que le hace invisible, sobreviven
felices entre vacas, plantas y montañas. El encuentro entre el trío político y
el protagonista causa un fuerte impacto en Víctor, que queda prendado de la
sabiduría y placidez con la que vive el Señor Cayo. El contraste entre el
lenguaje utilizado por los socializados jóvenes que vienen de la ciudad y la
arcaica sapiencia del anciano lugareño hace más pronunciada esa distancia entre
ambos mundos.
Cayo es un viejo autosuficiente,
sin más ambición que vivir, que disfruta de lo que tiene y de lo que le rodea,
lo que también le hace tolerante y respetuoso con casi todo, muy alejado de las
envidias y egoísmos reinantes en la sociedad que presume de moderna. Después de
pasar toda la tarde con él, Rafa no para de pensar en el Señor Cayo y en su
modo de vida, lo que a su vez nos hace reflexionar a nosotros, como lectores,
de lo que se ha perdido y hacia dónde va la modernidad social que se supone
todo lo mejora.
Tras esta novela, a Miguel
Delibes todavía le quedarían por publicar algunas de sus obras más conocidas y
reconocidas como “Los santos inocentes”, “Señora de rojo sobre fondo gris” o
“El hereje”, con el que ganó el Premio Nacional de Literatura, y sus lectores
todavía nos preguntamos dónde está ese Nobel que tanto se merecía su talento.
El disputado voto del Sr Cayo
[Película]
Antonio Giméz-Rico es un director
de cine y guionista vallisoletano (al igual que Miguel Delibes) que llegó a
presidir la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de España durante
4 años. Igualmente destaca por sus análisis críticos y reseñas especializadas
sobre cine. Como director, su principal contribución han sido las adaptaciones
a la gran pantalla de algunas de las novelas de su paisano Delibes. Entre ellas
“Las ratas” (1997), “Retrato de familia” (1976) y esta que hoy revisamos, “El
disputado voto del Señor Cayo” (1986).
Comienza con una imagen aérea
sobre Madrid, de noche, en silencio. Va amaneciendo mientras el ruido se va
apoderando de la ciudad y los títulos de crédito terminan de plasmar el equipo
técnico y artístico de la adaptación cinematográfica. Quizás tengamos que
recordar algunas de las personas que participaron en la misma. Alejandro Ulloa,
un prolífico director de fotografía que juega con el color y el b/n mediante
los flashbacks propuestos por el director; Manuel Matji que acompañó al propio
director para adaptar el guión de la novela de Miguel Delibes al 7º arte,
destacado por su guión de “Los santos inocentes”; Y el reparto, donde un
grandioso Paco Rabal, que venía de ganar multitud de premios por “Los santos
inocentes”, borda el papel de un viejo campero de las montañas burgalesas que
consigue sacar las partes recónditas de las personalidades del melancólico
diputado que encarna Juan Luis Galiardo, en una de sus mejores
interpretaciones, el nervioso e impaciente Iñaki Miramón, y la jovencísima,
guapa y algo inocente Lydia Bosch.
Una de las diferencias propuestas
por Giménez-Rico es plantear la acción a base de flashbacks. La acción comienza
en el Congreso, donde Rafa (Iñaki Miramón) sale de una discusión importante al
notificarle la muerte de Victor, un antiguo compañero del partido y amigo.
Acude rápidamente al cementerio, al funeral, donde se encuentra con Laly (Lydia
Bosch) y rememoran aquél viaje que hicieron los 3 juntos por las montañas
burgalesas durante las primeras elecciones de 1977.
Del b/n pasamos al color, a la
sede del PSOE en Burgos, donde Victor, Rafa y Laly trabajan para preparar las
elecciones de 1977, las primeras en España tras 40 años de dictadura. Suben a
un coche y se marchan a visitar los 3 pueblos pendientes de visitar para
propagar las promesas del partido y lograr el voto de los pocos habitantes que
quedan en esas latitudes.
Esos primeros kilómetros dan
pinceladas de la personalidad de los 3 afiliados políticos. Comprometido y
paciente uno, activista y ardoroso el otro, y feminista e inexperta la otra.
Las imágenes aéreas por la provincia burgalesa van dando muestras de uno de los
mensajes: la despoblación y abandono de ciertos parajes.
Tras media hora aparece el
auténtico protagonista de la cinta, el Señor Cayo. Encarnado por Paco Rabal,
cercano en la imagen y muy alejado en todo lo demás, de lo hecho con el Azarías
de “Los santos inocentes”. Tranquilo, trabajador, feliz, sabio, dando lecciones
de vida a sus 3 visitantes mientras les enseña el pueblo, casi derruido, y va
trabajando el huerto y haciendo sus tareas habituales del día a día.
Las charlas entre Cayo y Victor,
con esos primeros planos pacientes y contemplativos en las arrugas inteligentes
del anciano y la melancolía comprensiva del diputado, dan más información y
comprensión que lo que pueden transmitir muchas líneas de diálogo. Otro gran
acierto del director, sabiendo aprovechar los gestos contenidos de los actores.
Hay una escena en que Cayo les
recuerda la muerte del Paulino, un vecino del pueblo que adivinó la fecha de su
muerte con las cartas. Y mientras lo cuenta, casi imperceptiblemente, Cayo tira
las cartas a Victor, anunciando su muerte para el 3 de abril de 1986. Un gesto
que cobra importancia con los flashbacks que devuelven el b/n al presente y el
color al pasado. Un hecho que puede tomar muchas lecturas, como la idealización
del pasado, la esperanza de lo que se iba a vivir en esas elecciones y lo que
vivían actualmente.
Se despiden de Cayo, pero antes
llegan los fascistas del Frente Nacional que se enfrentan a todos y dan una
paliza a Victor que, al volver en el coche, se da cuenta que han intentado
redimir al redentor, totalmente absorbido por la filosofía de vida del Señor
Cayo.
Volvemos a 1986, donde Laly
sonsaca a Rafa la promesa de llevarle al Señor Cayo un zippo que Victor le
debió regalar en aquella visita. Rafa también parece otro y acaba buscando a
Cayo que, enfermo y solo, malvive en la casucha que vio morir a su esposa muda.
Una ambulancia se lo lleva de allí y Rafa, desolado, ve cómo se va con él una
forma de vivir, un estilo de vida que ya no volverá.
Eduardo Garrido.
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